Masayuki Yoshinaga es un fotógrafo social, de costumbres y de los gangs más extremos de Japón. Conocidas son sus series sobre las Lolitas Góticas (Goth-Lolis) de Tokio y sobre las bandas de moteros radicales conocidos como los Bosozokus. De hecho Yoshinaga fue uno de ellos y su pertenencia a esta tribu le facilitó el acceso a sus rituales secretos y a retratar sin complejos sus salidas nocturnas y sus desmanes. Durante 6 años estuvo recogiendo material gráfico sobre este movimiento y en 2004 publicó un libro con las mejores instantáneas.
De como se originaron los Bosozokus existen diferentes teorias. Desde las que los situan como ex-kamikazes frustrados hasta los que mantienen que surgieron en respuesta a los gangs norteamericanos inmortalizados en la película de Brando The Wild One. Las raices de este movimiento se sitúan a mediados de los 50 y pronto ganaron fama de violentos y ruidosos (Bou=Violento, Sou=Velocidad, Zoku=Tribu) con una puesta en escena donde mandaban las motos japonesesas de mediana cilindrada radicalmente transformadas. Carenados imposibles y sillines de grandes respaldos. Su reputación era nefasta y la prensa, ávida de titulares ruidosos, les asociaba con la Yakuza, la máfia japonesa, considerándolos como el caldo de cultivo de futuros matones a sueldo. La verdad es que nunca pasaron de adolescentes conflictivos, con el punto de rebeldía gamberra que a veces desembocaba en batallas campales con la policía como la que en 1999 enfrentó a unos mil de ellos en Hiroshima. Un motín de tres días con aliño de cocteles molotov y abundantes adoquines. Hoy las leyes japonesas han logrado aplacar el lado oscuro y salvaje de los Bosozokus y aunque todavía quedan no disfrutan de la misma libertad de antaño para atronar las ciudades y liarla parda.
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