José DengBiker, colega de rodadas, tercios y guiskis en vaso de cristal en el Railway Inn acaba de darle el último apretón a su Bonneville. Una guerrera urbanita para la jungla de todos los días. Nos lo cuenta el mismo.
Atravesar a diario la ciudad en moto sorteando desquiciados urbanitas al
volante de absurdos coches no es misión imposible pero sí arriesgada.
Ver cómo te vas acercando inexorablemente al taxi que ha decidido parar en
mitad del carril mientras tu clavas frenos, dejas de respirar y perjuras
contra el gremio, otra vez, se acaba convirtiendo en una experiencia
habitual. Necesitas salir ahí fuera dotado del equipo que pueda asegurar
tu supervivencia.
Sin embargo yo quería una moto de aspecto clásico, no iba a renunciar a un
motor 'como los de siempre', unas ruedas de radios, un sonido bronco, ya
que no te ven han de oírte llegar. Una moto que me dijera algo. Y pusimos
manos a la obra.
Empezamos por la parte trasera: fuera guardabarros, colas
Predator, nuevos intermitentes, otro faro mas discreto, rueda trasera mas
ancha, suspensión Öhlins.
Después pasó algún tiempo antes de que Borja de Dogma Motorcycles nos
ofreciera injertar la horquilla de una Bimota SB “*que tengo por el taller,
crema man*”. En Dogma son gente de palabra y cruzar la ciudad no ha vuelto
a ser lo mismo.
Habíamos completado la Doraimon. ¿Por qué el nombre? Hay que preguntarle a
mi chica, que lo eligió para reírse de mí. No importa, ahora sé como se
sentía Nobita.
Crema, man.
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