Cada agosto la localidad leonesa de La Bañeza se sacude el letargo de la calorina estival durante un fin de semana con una carrera de motos que hace imposible la siesta. El olor de la mezcla racing se cuela por las persianas bajadas y el atronador sonido de los motores hiperevolucionados se magnifica por las calles cuajadas de la singular arquitectura de esta localidad. Desde que a mediados del siglo pasado el coche de los pilotos madrileños Del Val les dejara tirados aquí regresando de una carrera de motos en A Coruña y la recién creada Peña Motorista Bañezana les echara un cable, cada año las motos no han dejado de correr por sus calles.
En gratitud por la ayuda los hermanos del Val quedaron en volver al año siguiente con una exhibición de sidecars y aquella demostración racing caló tan hondo en la Bañeza que decidieron mantener tan sana costumbre e incluirla de por vida en los trazos genéticos de cada bañezano de pro. De hecho hubo un alcalde que decidió rescatar la siesta en tan señaladas fechas y ante la amenaza de verse desprovistos del espectáculo los bañezanos se amotinaron frente al ayuntamiento y le obligaron a reconsiderar su decisión. Las carreras siguieron y en las siguientes elecciones el alcalde tuvo que ceder el bastón de mando con apenas unos votos en el bolsillo.
El abuelo y el nieto ya han tomado posiciones, una hora antes y como cada año, para ver pasar el spanish circus más autentico. El Gran Premio de La Bañeza ya lleva 56 ediciones y a buen seguro que el abuelo ya las disfrutó de pequeño. En otros pueblo se preparan para ver pasar la cabalgata de reyes, en la Bañeza para ver pasar a la motos. Y estás y en las curvas más cerradas, pasan a escasos centímetros del personal. Un espectáculo verlas lamer las balas de paja y dejar tras de si una estela de briznas de paja en suspensión.
Bajo un sol de justicia y a muchos grados las dos tiempos suben aun más la temperatura haciendo girar la aguja del cuentarrevoluciones hasta el aullido final. Luego cortan y dan gas de nuevo. Pura adrenalina antes de salir de boxes al asfalto para enfrentarse con el circuito de la Bañeza.
Si en las Road Races británicas siempre encontramos algún pub jalonando el circuito, en La Bañeza tenemos la cervecería La Penúltima. Aquí cambiamos la pinta por el corto y la tapa y una ubicación perfecta para ver una de las curvas más técnicas de todo el circuito. Tanto que a la salida nos espera un muro de paja. Unos centímetros de más y rebotamos, unos centímetros de menos y condicionamos la siguiente trazada. En un circuito donde la mitad de su trazado es puro ratoneo elegir la mejor trazada no es nada fácil y acercarse al mejor crono, este año el récord fue de 1:10.8 en la categoría de 125cc, una proeza.
Otro de los alicientes de la Bañeza son sus boxes. Flanquean por ambos lados la larga recta donde se ubica la linea de salida y por esas dos calles pululan durante todo el fin de semana toda suerte de equipos y de emociones y un río continuo de curiosos y aficionados. Sin restricciones. A pesar del agobio que puede parecer que sufren los pilotos y mecánicos estos disfrutan con tanto ajetreo. En la mayoría de las ocasiones las motos que corren, sobre todo las clásicas de 2T y 4T, son auténticas obras de arte por su nivel de restauración y preparaciones. Un trabajo de años que hay que exponer a una entendida afición, convirtiendo así los boxes en un perfecto escaparate donde mostrar de cerca sus creaciones. Una ocasión perfecta también para que los bañezanos planten sus sillas en la acera y disfruten con el ir y venir de esta peculiar fauna racing.
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