BMW siempre ha llevado genes racing en su ADN y desde sus orígenes tuvieron claro que la velocidad y las carreras debían de formaban parte de su filosofía de marca. El primer debut racing de BMW fue a finales de de los años 20 con la cazarecords turboalimentada de Ernst Henne. Sus records le dieron alas a la fábrica bávara y consciente de la enorme publicidad que reportaban las victorias y récords decidieron abandonar la recta de Ingolstadt a Munich y dar el salto definitivo a los circuitos, centrándose casi en exclusiva en conseguir una victoria en el Tourist Trophy.
Para ello crearon la Rennsport (RS), una 500 que debutó en la isla en 1937 y que dos años después se hizo con la victoria en el senior TT con Georg Meier a los mandos. Las Rennsport se mantuvieron en activo dos décadas más, hasta mediados de los 50, cuando BMW consideró que el modelo había tocado techo, incluían al final un chasis tipo featherbed, y no cabían ya más avances tecnológicos. Tener hoy una RS en el garage es un lujo, eran muy caras y se vendieron muy pocas, y los aficionado de pro que quieran tener una deben de acudir a talleres especializados para que les fabriquen una réplica. Es el caso del alemán Claus Bate, que se hizo construir esta inmaculada réplica de una BMW RS54 en un taller de Hannover.
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