2012 es el año del Dragón en el calendario chino, pero en el patrio-motero es el año del Impala. Este año se cumplen 50 años de la creación de la Montesa Impala y de la expedición africana que le dió nombre. La Impala ha hecho historia por ser uno de los pocos modelos en el mundo de la moto que ha visto más transformaciones. Del uso cotidiano para el que se concibió, ha visto también como se utilizaba como moto de trial, de motocross y de velocidad. Diferentes y radicalmente opuestas actividades que prueban una vez más la versatilidad de esta moto de leyenda que obtuvo el premio Delta de Oro en 1962 al mejor diseño.
En 1961 la fábrica Montesa de Espulgas de LLobregat apenas tenía un año de vida y se reclamaban nuevos modelos para la cadena de montaje. El nuevo jefe de diseño, Leopoldo Milá, tenía un prototipo en mente de 175 c.c.de dos tiempos, cómoda, robusta y económica que contaba con un depósito elevado y un singular asiento en forma de guitarra. La fiabilidad debía de ser su punto fuerte y el banco de pruebas que eligió no podía ser más exigente. Un recorrido exhaustivo de tres meses y 20.000 km. por las peores carretera y pistas posibles, las de África.
La Operación Impala se planteo desde el inicio como un reto, una aventura en la cual se debían de enlazar las dos ciudades africanas más apartadas entre si, Ciudad del Cabo y Túnez (ambas ostentan respectivamente los récords de latitud Sur y Norte del continente africano) en un viaje de 20.000 km. a bordo de unos prototipos de Montesa inicialmente poco fiables para tal empresa. Para tal fin fueron elegidos cuidadosamente los integrantes de la expedición: Tei Elizarde, campeón de España de motocross y uno de los mejores velocistas del momento, Enrique Vernis, Rafa Marsans y Oriol Regás, pilotos punteros y habituales de las carreras y rallys, además de empedernidos aventureros, y Manuel Maristany, alejado del mundo del motor pero con una tarea clave: inmortalizar en papel y en negativo las peripecias de la Operación Impala.
Esta se puso en marcha a principios de enero de 1962 en Ciudad del Cabo. Aparte de los tres prototipos Montesa de 175 c.c. ensamblados en su fábrica de Esplugas de Llobregat se les unió un Land Rover como vehículo de apoyo adquirido en Ciudad del Cabo. Montesa sufragaba la mitad de los gastos de expedición y la firma Wynn's se hacía cargo del resto. Montesa por su parte se curó en salud y les hizo firmar a los integrantes de la expedición un documento por el que Montesa se desligaba de toda responsabilidad por los riesgos y percances que pudiéran sufrir en el transcurso de la travesía.
Tras atravesar Sudáfrica se internaron por Rhodesia, hoy Zimbabue, y lo hicieron en la época menos propicia, la época de lluvias. Los caminos embarrados acabaron con la mayoría de los integrantes por los suelos en numerosas ocasiones, llevándose la peor parte Maristany, que a base de trompazos iba asumiendo y aprendiendo el oficio de piloto todoterreno. Más tarde y ya en territoro de Tanzania descubren el Kilimanjaro. Visitan la tribu de los Tonga, donde reparten banderitas de Montesa a los nativos y convierten el poblado en un sarao propio de Bienvenido Mr. Marshall. Intentan entrar en Sudán por Uganda, pero el puesto fronterizo sudanés les impide el paso, por lo que tienen que volver a Nairobi e intentarlo por Etiopía. Llegan a Isiolo, en la frontera de Kenya con Etiopia, sin mayor contratiempo a pesar de haber cruzado el Distrito de la Frontera Norte, una de las zonas más peligrosas de Africa. De hecho hacía pocas fechas una expedición suiza había sido diezmada por una banda de somalis.
Las Montesas calzaban neumaticos de calle y las duras pistas de este agreste territorio hicieron mella en ellos, con continuos pinchazos provocados por las espinas de los arbustos. Cruzan Etiopía, pasan sin problemas la frontera con Sudán y alcanzan, atravesando el desierto Nubio, su capital, Jartum. Continúan la estela del Nilo y amanecen un buen día a los pies de las pirámides, a las que un agotado miembro de la expedición confunde con extrañas montañas. Del Cairo a Alejandría, y de ahí bordeando el Mediterráneo hasta Tunez, el fin de la aventura. Pero todavía les quedaba la última prueba, pasar una terrorífica noche de tempestad en cuarta clase (los fondos los tenían prácticamente agotados) del barco que le llevaba a Marsella.Culminada con éxito la Operación Impala el prototipo paso del anonimato a ser bautizado con el nombre de la expedición que lo puso a prueba. Manuel Maristany publicaría un año más tarde Operación Impala, un clásico de los libros de viajes en moto que con motivo del cincuenta aniversario se ha vuelto a reeditar.
Las impala tardaron poco en pasar del polvo de las pistas africanas al rugoso asfalto de los circuitos urbanos y a mediados de los 60 copaban las parrillas de salida junto con la OSSA 175/230 y la Bultaco Metralla.
Como homenaje al cincuenta aniversario de la Operación Impala se formó la expedición Al encuentro del Dakar. Una aventura sobre tres Montesas Impala 175 que tenía como fin cruzarse con la caravana del Dakar en pleno desierto de Copiapó. Lo consiguieron. Si quieres saber más puedes leer sus crónicas de cada etapa en el blog de Montesadna.
genial!!!
ResponderEliminar(cuando quieran a mi me pueden llamar para hader una cosa de estas oooooh)
ResponderEliminarchulisimo el post!!!Esa nueva edición tiene que estar genial.
excelente crónica
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