Laverda V6, flor de un día

La inversión detrás de las motos de carreras es tan brutal que normalmente estas suelen cumplir con su cometido por lo menos durante un par de temporadas, con puntuales mejoras sobre el prototipo original. Pero a veces el invento no funciona y su vida es breve, y en el caso de la Laverda V6 brevísimo, tan sólo ocho horas y pico. La vida racing de esta fuera de serie discurrió únicamente en el trazado del Paul Ricard durante el Bol d'Or de 1978. 

Pero antes de abandonar por problemas con una junta del cardan lo dió todo en la pista, dejando alucinados al personal por su agudo aullido y por haber marcado los 285 km/h de velocidad punta, 31 km/h más rápida que la Honda RCB 1000 de fábrica. 140 cv a 10.500 rpm tenían la culpa. Podían haber reparado la junta, pero los mécanicos no apostaban por que la nueva junta aguantara toda la carrera y los pilotos, Cereghini y Perugini, prefirieron con buen criterio dejarlo para mejor ocasión. Pilotar durante otras 16 horas semejante bicho con sus 236 kilos se antojaba una esfuerzo titánico que no merecía la pena.

La idea de construir una moto con motor V6 le vino a Massimo Laverda (2ª generación, izq.) cuando regresó de los EEUU con la convicción de que el mercado norteamericano demandaba motos grandes y potentes. La V6 de 1000cc sería la propuesta de Laverda y con ella conquistarían de largo este mercado. Un apuesta arriesgada, hasta entonces sólo los coches  montaban motores en V de seis cilindros a 90 grados, pero se hizo con los servicios del ingeniero  italiano Giulio Alfieri, que en Maserati ya había desarrollado motores similares para los coches de competición. En apenas dos años presentaron  el prototipo en la feria de Milán de 1977.  Al año siguiente el fiasco francés enfrió el proyecto y aunque en 1991 la V6 hizo un amago por volver en producción limitada, al final todo se quedo en el deslumbrante sprint que a mediados de septiembre de 1978, y durante ocho horas, dejó a todo el mundo boquiabierto.

Hoy la Laverda V6 ha vuelto a probar el asfalto de los circuitos de mano de Piero Laverda (3ª generación). En la foto en Spa en 2005.