Al compañero Crispulo la inspiración le vino tras un viaje al TT y un año más tarde con un entrecot. Me explico. El primer arrebato de hacerse con una Cafe Racer lo tuvo nada más abandonar la Isla de Man, quería hacerse con una Road Racer civilizada y clásica y no paró hasta encontrar una Royal Enfield Clubman motor bullet 500 (de los de verdad) en Internet. Crispulo es de los que preferiría ver a su hermana en un burdel que a su hermano encima de una japonesa y consiguió su inglesa de un tipo de Barcelona, pero era muy sosa y simplona, apenas sonaba, no frenaba y las estriberas estaban tan adelantadas que descafeinaban por completo el proyecto.
Se hizo amigo online de Joshua, un indio artesano de las Royal, y se hizo mandar el colín, las estriberas retrasadas, un escape Goldstar que sonaba ronco y a gloria, y unas placas portanúmeros con el 8 que lucía Guy Martin en la edición del TT del 2010. Tambíen se hizo con un freno de disco delantero y unos amortiguadores de un despiece nacional y un codo tipo Manx del importador inglés. El indestructible carburador Amal se lo regalaron y la puesta a punto y el alicatado, con una preciosa pata de arranque que salvaba las estriberas, se las dejó al gran Jalisco.
Con los deberes hechos (aunque todavía anda rumiando que nueva mejora podría añadirle) nos zampamos un entrecot XL el domingo pasado en el asador del puerto de la Cruz Verde, con el zumbido de las motos a nuestros pies, y ahí se le volvió a encender la bombilla: Voluntaria, así se llamaría. Voluntad, divino tesoro.
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