El año pasado en uno de los viajes por Extremadura nos encontramos premonitoriamente con un lugar que hoy no debe de causar tanta sorpresa, y coña, como cuando lo vimos. No estaba al lado de ningún hospital, no había ninguna cola del paro cerca, los niños jugaban a las chapas en la otra punta del pueblo y Benito, compañero de fatigas y de curvas, se llevó, con un tic ya adquirido de lustros, la mano al bolsillo en busca del trujas.
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